Acto creativo

5/16/20191 min read

Cuando la pluma empieza a dibujarse sobre el papel me siento a solas con todo el mundo. La carne de la palabra empieza a cubrir mis huesos, que por dentro reposan secretos de una vida herida. Cuando la pluma empieza a correr, mi alma se arroja contra las paredes de mi cuerpo, salpicándolas para hacerme beber de ella, inequívocamente, orillándome a sentir. Cuando la pluma se libera, no hay ninguna posibilidad de esconderme, me encuentra siempre, de una forma u otra. Apuesta. Seré reconocida en la oscuridad de la intimidad. Cuando la pluma deja salir su tinta le echa un vistazo al álbum de recortes de mi vida. Hojas amarillentas, blancuscas y de colores. Ahí están. Victoriosas. Derrotadas. Apolilladas. Rotas. Están. Nunca mueren, aunque a veces las olvido. Para eso existe mi pluma. Por eso escogí ser escitora. Puedo seguir. Recordar. Galopar contra mis esquinas, sentirme a solas con todo el mundo. En la oscuridad de la intimidad. En la guerra. En la paz. Cuando la pluma no se resiste me rinde. Me hereda los espíritus de viejos recuerdos. Cuando la pluma empieza a dibujarse sobre el papel, solo tiene que caminar una linea y subir un punto y coma para llegar al penthouse donde descansa mi corazón. Juguetona, la pluma conversa conmigo, siempre en el medio, cuidadosa de no tomar partido. Me invita al asombro del mundo del que proviene. Cuando la pluma es, mis miedos se deshebran sinceramente, se desnudan ante mí, ante los otros. Mutilados y locos se exponen inundados de frío y fuego. Calmándose indudablemente entre la interperie de la verdad. Vestidos de apuntes o relatos, da igual.