Finalmente
10/9/20162 min read
Quisiera dedicar esta entrada a todas las personas que han tenido una semana dura. A ti que pareces estar bajo las constantes nubes de tormenta. A ti que te sientes invisible. A ti que no sabes cuánto tiempo más puedes aferrarte a la vida. A ti que haz perdido la fe. A ti que siempre te culpas por todo lo que sale mal. A ti. Eres increíble. Haces de este mundo un poco más maravilloso. Tienes tanto potencial y tantas cosas por hacer. Tienes tiempo. Mejores cosas están por llegar a tu camino, por favor aférrate a la vida. Tú puedes. Y no lo digo por virtuosa, sino porque al escribir estas palabras también me las recuerdo.
Esta mañana me senté a la orilla del techo y me sequé las lágrimas con mi cárdigan. Recordé las palabras de mi terapeuta que me enseñaron a reconocer la diferencia entre ser fuerte y ser dura. La diferencia entre actuar como si nada doliera y estar consciente de que las cosas dolerán y aún así, hacerlas de todos modos. Mi cabeza me dijo que mi corazón siempre va en diferentes direcciones y que debe ser difícil, si no es que imposible de seguir algo como eso. Porque yentro de mí hay dos señalamientos, uno a lado del otro. En uno se lee «se fuerte» mientras que en el otro «se gentil». Finalmente estoy en el momento de mi vida en el que esas solicitudes no parecen estar en conflicto entre sí.
Al entrar a mi alcoba, con mis brazos rodeé mi cuerpo y lo sostuve tan fuerte como pude. En una mano el orgullo, en la otra, alivio, dos partes que me han generado tanta angustia. Quiero aferrarme a la idea de que querer diferentes cosas al resto no me hace poco merecedora, solo no ideal para ciertas relaciones. Y no puedo evitar sentir un poco de pánico y un nudo en el pecho cuando finalmente pienso en ponerme de pie para conseguir lo que quiero en mi vida. Pero no, eso no hace más fácil cuando significa despedirme con un beso en la mejilla de personas, ilusiones, promesas y planes y decir «te quiero» antes de salir por última vez.
Es una nueva forma de aflicción. Una en donde estoy firmemente plantada en el suelo sin dudar ni intentar jalar hacia alguna dirección en particular. Sé lo que quiero y sé que esa es la forma en la que me dirigiré. Sabré cuando es momento de cambiar el curso. Afinando mi visión. Finalmente honesta.
Pienso en que no quiero tener hijos. Pienso en las cosas que quiero hacer que no involucran a una pareja. Pienso en mis experiencias pasadas, en lo que funcionó y lo que no. Lo que me reconstruyó y lo que me derrumbó. Pienso en la manera de hacer las cosas diferentes. Es mi sueño, es mi trabajo, mi responsabilidad. Todo esto. Me pertenece. Y si no quiero, no estoy obligada a compartirlo con alguien.
Sensación interesante.
Caminando sobre el piso, con mis dos pies plantados en la tierra. Sin andar en puntillas alrededor de alguien. Sin cimentarme a través de alguien más, de sus deseos y necesidades. Y por primera vez, no se siente egoísta o sin sentido. Se siente como cuidado personal. Como si valiera la pena. Finalmente.
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