Tiempo
5/16/20161 min read
Domingo, dos de la tarde en un pub del centro de la ciudad. Después de darle un sorbo a su cerveza, deja el botellín en la mesa y confiesa que quiere dejar su huella en el mundo. Me dice: «Tienes que hacer esa mierda antes de cumplir los treinta o no lo vas a hacer».
El número solía ser más bajo. Era veinticinco cuando teníamos veinte, era veinte cuando teníamos dieciocho. Le tiene miedo al tiempo. Le contesto: «¡A la mierda el mundo!». Yo quiero dejar huella en mí. Quiero observar mi vida y saber que hice algo valioso con ella. No solo estar satisfecha con el hecho de seguir viva. Quiero construir algo, darme el crédito, ver cuidadosamente mi historia y saber que el esfuerzo valió la pena.
He pasado casi doce mil horas vomitando, gracias a la bulimia. He pasado más tiempo diciéndome que no soy valiosa. Que mi existencia es, definitivamente, inconsecuente para todos a mi alrededor. De los hábitos dañinos saco arte, por ejemplo éste blog. Los moldeo. Mi maestro de Creación Literaria me dice que toma miles de horas para ser escritor. Dedicación y práctica es lo único que necesitas para hacer que funcione. No naces grande. Tú haces la grandeza. No es un secreto. Y sin embargo a veces me pregunto lo que pude haber hecho con esas doce mil horas. Las historias que pude haber escrito. Los personajes que pude haber creado. Los labios que pude haber besado. Y las ciudades que pude haber conocido. Así que después de un incómodo silecio, acorto la distancia entre los dos y le digo:
«Todo se reduce a lo que quieras hacer con tu tiempo y el reto siempre ha sido evitar ser bueno en las cosas equivocadas».
© 2024. Todos los derechos reservados.