Truenos en la cabeza
8/19/20152 min read


El tema conmigo es que puedo tener ideas diametralmente opuestas y aun así estar en equilibrio conmigo misma. Puedo pensar que una cosa es una degeneración y al mismo tiempo darle una vuelta de tuerca y madurar que quizá no es tan malo. Puedo tener sentimientos opuestos respecto a personas, actividades y opiniones. Me cuesta mucho definirme y odio hacerlo. Aquellas personas que tienen las cosas tan transparentemente claras, me provocan envidia y un poco de rechazo. Y me parece «aburrido» tener todo tan claro. ¡Ahí lo tienen! Casi sin querer, un ejemplo: empecé diciendo que tenía celos de quienes pensaban claramente y terminé escribiendo que me resultaban aburridos porque una parte de mí prefiere quedarse en un estado de confusión permanente. Nunca me decido. Aprecio más que nada mi vida interior, mi exquisito mundo privado, aquel que aunque quisiera no podría explicar. Es tan fructífero, de tantos colores y tiene tantísimos matices que no se podría entender la dimensión ni la importancia que yace en ellos. Cuando dejo de sentir empiezo a pensar. Me hago preguntas racionales y me contesto sin mayores problemas. Y la vida es así: fácil, cerebral.
***
No he escrito mucho este mes. No me he esforzado mucho en el yoga. He estado un poco enferma del la tripa durante la última semana, sí. Pero había problemas antes de eso. No es por falta de motivación o de autodisciplina. Bueno podría ser mucho de eso. Pero hay algo más. Algo que está debajo de la superficie que tiene más que ver con mi cerebro que con otra cosa. Tengo truenos en la cabeza. Relámpagos zigzagueantes que iluminan todas clase de catástrofes que no han sucedido y probablemente nunca lo harán, pero, «¿y si sí?».
No sé a donde se ha ido el mes. Que le pasó. Me dejó atrás y conmigo, todos mis planes que tenía pensado realizar mañana. Buscar trabajo. Tomar el café con mis amigas. Las visitas al dentista... Toda esa mierda se resbaló de mis dedos, como la rana que atrapé cuando era una cría pequeña, saltando una vez, y luego otra vez y así hasta que su último «croac» acarició mis oídos sin nada que pudiera hacer al respecto.
***
Empiezo a preguntarme si la razón por la que no veo ningún sentido en hacer las cosas que hago es porque siempre estoy haciéndolas por otras personas. No. Miento. Ni siquiera realmente por ellos. Sino por su memoria. Porque si me los encuentro un día de estos, cruzando la calle, en la fila del supermercado o en un paso de cebra, van a ver a alguien que nunca conocieron y que, si soy lo suficientemente inteligente, nunca lo harán.
***
***
Esta noche me acurruqué sobre mi cama esperando que tal vez, sólo tal vez, si me hundo en mi misma lo suficientemente fuerte podría simplemente dejar de existir. No funcionó.
Afuera, los retoños florecen. Las aves cantan. Y el sol se abre camino entre las farolas. Un nuevo día ha despertado. Y con él, una idea en mi cabeza: «Estaré nadando contra corriente hasta que cada uno de mis huesos esté roto». Otra vez. No creo que pueda hacerlo otra vez. Salir a la vida, sabiendo que no soy ni siquiera cercana a «suficientemente».
***
© 2024. Todos los derechos reservados.